La herencia del mestizo



Desde mi primer pensamiento, siempre quise volar, envidiaba la libertad de los pájaros, la nostalgia de su canto y su capacidad para ignorar los límites. Después entendí que tenía personalidad propia, aprendí modales, iba a lugares por costumbre, había horarios para realizar las cosas, tenía familia y vivía en sociedad. Me entendí como un hombre, con capacidades para hacer sus responsabilidades, asumiendo la moral impuesta y edificando mis propios valores. Engrané. Solo tenía que obedecer y no preguntar… pero llegó el momento, de corta edad, que quise preguntar… ¿Quién soy? ¿por qué estoy aquí? ¿Quién fue el primero que estuvo aquí? ¿Qué debo hacer en esta estancia? ¿Cuándo me iré? ¿Qué hay después de irme? Y dejé de encajar; le molestaba a los demás que hiciera preguntas, no el tipo de preguntas, solo hacerlas. Adquirí conciencia y me cultivé, para dejar de preguntar a otros y responderme a mí mismo; mis instrumentos fueron los libros, las tradiciones heredadas de boca en boca, la información especializada contenida en una red en forma de caja. La investigación y la introspección. Forjé mi carácter, entendí y acepté mi esencia, honré a mis ancestros y establecí mi modo de vida: soy un mestizo, un descendiente maya que ha perdido su lengua original, la gran mayoría de sus tradiciones y parte de su conocimiento. Pero he preservado parte de mi esencia y estoy dispuesto a compartirla.

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