El gigante
En el planeta de los espejos viven muchas creaturas que,
aunque diferentes, han podido convivir armónicamente.
Sucedió
que un día, el gigante sonriente perdió su boca en un descuido, y todos los
demás seres con quienes convivía se rieron de él; a partir de entonces se
volvió agresivo y solitario, por un tiempo no se supo de su presencia.
Una
pequeña visitante de otro sistema naufragó en dicho planeta, se admiró del espeso
laberinto del rocoso desierto y encalló sigilosa en la cueva del gigante, quien no se percataba de su
presencia. Sucedió que la visitante se conmovió de la simpleza y la tristeza
del gigante sin boca y se animó a comunicarse, le ofreció al gigante un objeto
brillante y le sonrió, el gigante asustado estuvo a punto de aplastarla de un
manotazo pero se detuvo al notar que la visitante NO LE TENÍA MIEDO y mantenía
una sonrisa abierta. El gigante tomó el objeto y lloró. Desde entonces el
gigante cuidó a su pequeña visitante, pero consciente de que algún día
retornaría en su barca a su planeta con los suyos no le expresaba todo el
aprecio que desparramaba en su corazón. La visitante dibujaba con tiza cada
nuevo día una sonrisa en su amigo, y secaba sus lágrimas durante su profundo
sueño cada noche.
El gigante temeroso de regresar a la espina de su
soledad, en un arranque de miedo, al ver que el barco de la visitante estaba
casi listo para zarpar, lo destrozó con sus propias manos. Desgraciadamente no
sabía que el transporte formaba parte de la esencia de ella y se convirtió en
polvo ante los ojos de él.
El gigante aún se encuentra en su planeta, en
su cueva, tratando de reparar un barco que no volverá a funcionar, pero vive,
siquiera, con la esperanza de algún día componerlo.
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